Rincón San Francisco Descubriendo la Historia y su Entorno Natural. El monte arbóreo se ha apoderado del lugar, entretejiendo raíces por sobre paredes y muros levantadas por misioneros e indios guaraníes en 1750. Primero como corral natural, enmarcado por rios. Luego como yacimiento de piedras calizas y saladero. Un pueblo creció y la invasión portuguesa lo desplomó. El monte indígena supo sobrevivir a la tala. Hoy el renacer de los pájaros inocentes y creativos que exponen la Biodiversidad. La historia de esta comarca se remonta al año 1609 cuando los jesuitas toman contacto con la población aborigen liderada por el cacique Arapicandu. En 1749 aparece por primera vez escrito el nombre "Paysandú" en los documentos de la época. Por aquel entonces los indios que vivían en las misiones jesuíticas orientales, transportaban gran número de ganado de la enorme Estancia Yapeyú. Para ello, cruzaban el río Uruguay por el paso de Sandú (*) a nado o en grandes Balsas de madera. Frente a la playa El Chorro, el canal profundo era angosto y en años de bajante se podía cruzar sin dificultad. En el arroyo San Francisco, así bautizado en 1750, los indígenas guiados por el padre Marimón (jesuita) encontraron un lugar para quedarse. Desde entonces el Rincón del San Franciso era utilizado por la población indígena como límite natural para contener al ganado. Para esta tarea se necesitaban hombres fuertes, diestros, dedicados y con espíritu aventurero: He aquí el gaucho, síntesis de las mejores virtudes de indios y de españoles, libre y sin límites. Se cuenta que para llevar unas 50000 reses hasta Santa Fe, centro de Yapeyú, debían trabajar sin pausa durante casi 8 meses. Para quienes habitaron nuestra estancia en aquellos tiempos el cuero era todo. Tenía un uso universal. Los clavos eran escasos y no existía el alambre, el cuero humedecido constituía toda clase de amarraduras y ensambles. Asi, en la campaña para puertas y ventanas el uso era total. Hace 250 años Paysandú era un importante paso, puerto y depósito de cueros. Se cuenta que entonces había 3000 piezas sólo en el depósito. Se podría resumir como un continuo encuentro entre el río y el camino, entre pasturas y carga. El lugar fue creciendo en etapas, primitivamente como Potrero donde se producía el cebo y una grasería del Cacique Barachúa. En ese momento era lo más aprovechado del ganado y de aquel entonces data la olla frente al casco que puede visualizarse a la entrada de la estancia; luego el padre García encontró un yacimiento de cal y lo explotó como cantera (1834). A mediados del siglo XIX surgen los saladeros, para conservar carnes y cueros. El saladero de Argentó rodeado de casitas de paredes blancas y techo rojos de tejas francesas, ocupó buena parte de esta estancia. Llegó a tener suma importancia faenando hasta 50000 cabezas de ganado al año. Cientos de trabajadores con sus familias vivían aquí y de algún modo promovían vida, progreso y cultura en los alrededores. Felipe Argentó fue el Héroe de la defensa de Paysandú en 1846. Aquel año resistió el ataque de Fructuoso Rivera, en el marco de las guerras civiles que involucraron a uruguayos y argentinos durante buena parte del siglo XIX. Los atacantes triplicaban en número a los defensores y tomaron la villa a sangre y fuego. Se cuenta que 200 defensores yacían muertos junto a 100 de los atacantes. El jefe Argentó, al entregar su espada, la quebró en su rodilla tal como sus valientes habían entregado sus almas. Su hijo felipe Argentó gana un lugar en la historia al convertirse en héroe de la segunda defensa de Paysandú en el año 1864. Un brasileño le cortó las dos piernas mientras contrarrestaba el ataque a la iglesia del pueblo. Al momento de caer Paysandú los asaltantes incendiaron el saladero. Fue así como la historia le dió lugar al nombre de "El Quemado". El casco levantado en épocas de las misiones jesuíticas sobre el arroyo, tiene mas de 200 años de vida. En nuestros días el establecimiento conserva las ruinas del galpón. Piletas y todo el cuerpo del saladero, se erijen entre enormes raíces nutrídas de la savia de trabajo de aquellos hombres. Gruesas paredes de anchos ladrillos se agachan entre talas y coronillas. Canaletas de desagüe, grandes pozos circulares, amplias escalinatas, se preservan y dan cuenta de la importantancia y extensión de la finca. Quedaron bajo la sombra del ombú dos enormes calderas de vapor, rostro tatuado de remaches, que se conservan dormidas y casi intactas. Rincón de San Francisco, un enlace entre naturaleza e historia, un territorio donde las energías del pasado se conjugan con un paisaje surcado por arroyos, bosques,llanuras y fauna silvestre.